La Musicoterapia es el uso de la música o de los elementos musicales para tratar o reconfortar a un grupo de pacientes. Tiene como objeto atender necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. La musicoterapia apunta a desarrollar potenciales y/o restablecer funciones del individuo para que este pueda emprender una mejor integración intrapersonal e interpersonal y, en consecuencia, alcanzar una mejor calidad de vida (Federación Mundial de Musicoterapia, 1996).
En la “tercera edad”, como ocurre en todas las etapas de la vida, ésta tiene características generales que la distinguen y definen como así las particularidades que hacen a cada sujeto en cuestión.
Encontramos en nuestros centros personas que han transitado su vida plenamente y que en un determinado momento de sus vidas, y por diferentes circunstancias, se encuentran en un lugar nuevo en el cual se hallan despojadas de sus bienes materiales, de sus posibilidades y en algunos casos de sus afectos.
La vejez es un proceso de cambios determinados por factores fisiológicos, anatómicos, psicológicos y sociales. Se da en ella una reducción sustancial de la capacidad funcional del individuo: funciones intelectuales tales como análisis, síntesis, imaginación, percepción y memoria visual inmediata.
¿Qué beneficios promueve el espacio de Musicoterapia?
El primer paso consiste en instaurar un espacio de trabajo, un espacio de referencia donde cada uno de los integrantes del grupo pueda crear, jugar, expresarse, descubrir a los otros y reencontrarse a sí mismo. Un encuadre que promueva la expresión y la exteriorización emocional, donde la actividad lúdica ponga en juego y conjugue las percepciones, las sensaciones y las vivencias corporales para que el adulto mayor pueda explorar y reconocer sus fortalezas, nuevas posibilidades de ser y hacer a través de su cuerpo y sus sonidos más esenciales.
En el juego sonoro la música puede actuar como disparador de nuevos pensamientos e ideas creativas. Y es a partir de este trabajo creativo que la persona puede rehacer, recuperar, reconstruir su mundo pasado y presente, construyendo así su propia historia sonora en el aquí y ahora del dispositivo musicoterapéutico grupal.
Al momento de plantear las actividades se tienen en cuenta las necesidades y posibilidades de cada una de las personas que integran el grupo. La dinámica del mismo es un encuentro semanal de aproximadamente 90’.
A veces surgen preguntas de los familiares:
¿Qué hace mi mamá, canta? Como puede si no escucha…!
¿Baila? Como lo hace, si no camina…!
Y muchas otras preguntas pero lo más importante de todo esto es que SÍ canta, Sí baila, se expresa como puede; muchas veces tenemos la concepción de que sólo hay una manera de bailar, de cantar, de escuchar… y en el espacio de musicoterapia se baila cómo se puede, se canta cómo se puede. A partir de lo que la persona posee y despliega en función de sus propios tiempos y posibilidades.