Una madre siempre piensa en una mascota al momento de asignarles responsabilidades a sus hijos sumándole diversión y disciplina. Esta premisa también se aplica para los adultos mayores, quienes poco a poco se van alejando de una vida activa luego de su jubilación, que culmina en una rutina sedentaria.
Una mascota equivale a una compañía invaluable para un anciano que pasa el umbral de los 65 años, siempre y cuando esta persona desee asumir la responsabilidad que acarrea mantener un animal doméstico.
Si el adulto mayor desea aceptar el reto, es necesario establecer parámetros para escoger al animal adecuado. Los perros son las mascotas más dóciles para los abuelos, pero se debe adoptar una mascota adulta, ya que el proceso de educación inicial puede fatigar al nuevo amo al punto del rechazo.
Las mejores opciones para conseguir un nuevo miembro de la familia son los refugios de animales. En este caso, los perros mestizos se convierten en la primera opción, por su falta de cariño y su necesidad de atención. El mínimo gesto de amabilidad hacia ellos, será retribuido con la compañía afectiva de estos seres desprotegidos.
La recomendación más acertada es que las mascotas sean de un tamaño pequeño, para facilitar la carga a la hora de bañarlo o disciplinarlo. Un perro de gran tamaño puede arrastrar a un adulto mayor por un parque-por ejemplo- gracias a su fuerza y vigorosidad.
Perros como los yorkshire o boston terrier son mascotas leales y juguetonas. Los dos necesitan un cepillado diario, caminatas al aire libre y son amantes de los juegos con una pelota.
Aliviar la soledad y mantenerlos activos son los objetivos principales de esta decisión que requiere un compromiso ante esta nueva dinámica, ya que cuidar a otros seres no disminuye con la edad por su fuente inagotable de actividad física y vida social.
Existe una distinción psicológica entre el hombre y la mujer en cuanto a la compañía de una mascota se refiere. A las mujeres mayores les ayuda a socializar más, mientras que los hombres les permite mantenerse físicamente.
Este compromiso también se mide de acuerdo a los recursos y herramientas que una persona mayor posee para mantener a su mascota. Si cuenta con un espacio para el desenvolvimiento libre del animal, y además, tiene ahorros o ingresos para atender sus cuidados básicos, la persona está apta para vivir sola con su mascota.
En el caso de limitaciones motoras o inmovilidad en las extremidades, los gatos son la mejor opción por su naturaleza y sensación de libertad. El felino es fácil de entretener, pero debe ser un gato adulto afable y cariñoso, para que no represente un reto a su nuevo dueño, y creé una experiencia totalmente estresante en vez de enriquecedora.
Lo importante de este ritmo de vida es que alejará a los personas mayores de la apatía que puede producir la falta de compañía; además, incrementará la ganas de vivir y velar por su estabilidad y la de su nuevo acompañante.