Con el paso del tiempo, la piel se hace más delgada, pierde grasa y se forman arrugas. Aparecen manchas y se forman apéndices cutáneos. También se forman moretones con más facilidad y las heridas tardan más tiempo en curarse.
Pero el envejecimiento de la piel será más o menos evidente en función de si se ha tomado mucho sol a lo largo de la vida, si no se toma suficiente agua, si se fuma o si se padece algún tipo de enfermedad, como la diabetes o una patología renal. Todo ello facilita que la piel se seque, descame y se torne áspera al tacto, pudiendo causar picor y facilitar que al rascarse se formen heridas susceptibles de infectarse.
Los cuidados de la piel cuando se tiene una edad avanzada se centran fundamentalmente en:
Hidratarla. La correcta hidratación de la piel se logra con una serie de medidas:
- Tomar mucha agua durante el día.
- Incrementar la ingesta de frutas y verduras en la dieta.
- Utilizar una crema hidratante después de la ducha o el baño.
- Usar jabones suaves para el aseo personal.
- Utilizar agua templada, mejor que muy caliente, para ducharse o bañarse.
- Evitar los espacios con ambientes muy secos. Se puede utilizar un humidificador en casa.
No fumar.
Protegerla del sol. El efecto nocivo de la radiación ultravioleta procedente del sol es acumulativo, por lo que a más edad, mayor es el riesgo de que se pueda formar un melanoma o un cáncer de piel. Asimismo, la exposición al sol y el calor favorece la deshidratación, frente a la que las personas mayores presentan un mayor riesgo. En este sentido, se deben adoptar las siguientes precauciones:
Limitar el tiempo que se pasa al sol.
Utilizar filtros solares de alta protección.
Caminar, en la medida de lo posible, por la sombra y si se hace al sol vestirse con ropa amplia, de algodón, de manga larga y de colores muy claros.
Utilizar sombrero de ala ancha para caminar.