La inflamación, estrechamiento y obstrucción de los vasos sanguíneos son una de las consecuencias que padece la mayoría de los fumadores con largos años de adicción por la enfermedad de Buerger.
Así inicia la tromboangeítis obliterante, que afecta principalmente a las extremidades, donde las arterias, que no forman parte de la vasculatura coronaria ni cerebral, presentan más daños que las venas.
Jóvenes que fuman de manera excesiva o mastican tabaco son los principales afectados, pero los adultos mayores de 60 años de edad con este vicio son igual de propensos, sobre todo los hombres.
A inicios del siglo XX, empezó la investigación donde se relacionó el tabaquismo con isquemia crónica. Leo Buerger, un patólogo y cirujano austríaco realizó la asociación, quien registró más de treinta casos con gangrena espontánea, donde el factor común era el consumo de cigarrillos.
La isquemia evoluciona en el momento que se disminuye la circulación de la sangre en las arterias, que produce un estado de muerte celular por falta de oxígeno y materias nutritivas en la parte afectada, originando la gangrena.
Aunque no se conoce como el tabaco incide directamente en la obstrucción por coágulos de sangre, los científicos mantienen la hipótesis de que las sustancias químicas del tabaco irritan las capas que protegen los vasos sanguíneos, haciendo que se inflamen.
Fumar no solo está asociado con las enfermedades cardiovasculares. También se vincula con el cáncer y patologías respiratorias, colocándolo en una de las principales causas de muerte en el mundo.
Los síntomas más comunes de la enfermedad de Buerger son el enfriamiento constante de las extremidades, dolor intenso y sensación de hormigueo mientras está en reposo. Ocasionalmente, la coloración de las manos y pies se tornan pálidos o morados y pueden aparecer úlceras. Un signo distintivo de la oclusiva es la falta de pulso de los miembros.
La tromboangeítis no tiene cura, pero su tratamiento oportuno mejora la calidad de vida de los afectados y evitará consecuencias irreversibles como la amputación.
El requisito para impedir el progreso del trastorno es detener el consumo de tabaco, además de controlar los síntomas y prevenir sus complicaciones. Además, es necesario evitar las temperaturas bajas, o condiciones que propicien la falta de circulación que aceleran la muerte o infección del tejido.
El tratamiento más afectivo es el restablecimiento del flujo de sangre en las zonas afectadas, mientras mantengan un mínimo de pulso, a través de medicamentos vasodilatadores.
Mantenerse activo es importante para que la sangre circule en todo el cuerpo, es por esto que aplicar calor y hacer ejercicio ligero es recomendado por los especialistas para combatir los signos progresivos del padecimiento.
Esta afección se puede comparar con la enfermedad arterial periférica, donde las extremidades sufren el atascamiento de la sangre, pero en este caso, las placas de grasa y colesterol producen endurecimiento en las paredes arteriales por su acumulación. Para los dos casos la recomendación es semejante: dejar los excesos es necesario para optimizar la vida del sistema cardiovascular.